sábado, 17 de diciembre de 2011

ELECCIÓN

1


Portland, En la actualidad.

Diez años habían pasado desde que una pareja la encontrara tirada en la calle, diez años en los que habían sustituido a sus verdaderos padres por necesidad. Aquella niña indefensa fue un regalo de los cielos, alguien que unió aún más a una familia y alguien que se convirtió en la hija de una mujer que no podía concebir…
-¡Tara, cariño, ha venido tu amiga a recogerte!
Un nuevo día daba comienzo, un día de aprendizaje y diversión. Un día que una jovencita de diecisiete años aprovecharía al máximo, como siempre en los últimos diez años de su vida.
La joven traqueteaba por las escaleras mientras se colocaba bien la mochila al hombro y se dirigía a toda prisa hacia la cocina, donde esperaba encontrar algo fácil y rápido que llevarse a la boca, antes de salir como una bala hacia el instituto.
-Tienes el desayuno preparado, cielo.- Le dijo su madre mirándola de soslayo.
-Lo siento mamá.- Respondió la joven tomando una pera del frutero que descansaba sobre la encimera-. No tengo demasiado tiempo, pero te prometo que comeré algo en la cafetería del instituto, ¿vale?- Añadió. Le dio un beso a su madre y salió a toda prisa de la cocina al encuentro de su amiga Jessica, que aguardaba pacientemente en el recibidor.
-Creí que habíamos quedado en que hoy llegaríamos más pronto, para variar.- Comentó Jessica con una sonrisa de oreja a oreja.
-Sí, lo siento, se me han pegado las sábanas.
-¡Ah, era eso!- Exclamó Jessica muy divertida.- Yo creía que todavía estarías con aquel chico…cómo se llamaba…el que nos encontramos en la bolera…
-Ya vale, Jess.- Le cortó Tara más seria de lo habitual.- No tengo por costumbre liarme con tíos como él. Además, ya sabes que hoy llega el estudiante transferido y no puedo perdérmelo.
-Sí, sí, me acuerdo. Me pregunto si estará cañón.
-¡Oh, vamos! Tú siempre pensando en cosas así.
-Bueno, tú tan poco te quedas corta y, además, tengo que divertirme de alguna manera, ¿no?
Ambas se echaron a reír y continuaron su camino calle abajo, hacia la plaza, centro del mercado de la ciudad.
Para llegar al instituto tenían que atravesar aquella algarabía cada mañana. No había otro camino para llegar que no fuese la calle principal, de manera que todas las mañanas tenían que aguantar los gritos y alaridos de los comerciantes exponiendo sus productos y, en repetidas ocasiones, los empujones de los madrugadores.
Aquella mañana, ambas consiguieron salir de una pieza de la plaza, pero aún les quedaba lo peor. La Vía Muerta, un paso que antiguamente era utilizado para el transporte de mercancías y que ahora estaba abandonado, era un obstáculo más con el que lidiar cada mañana. Según los rumores, aquella vía había sido el escenario de un trágico accidente: una chica de instituto, en un descuido, había sido atropellada por el tren. Quizá fue por eso que cerraron la vía, pero el rumor se extendió hasta tal punto, que todos los vecinos de la ciudad casi no se atrevían a pasar por allí. Sólo aquéllos a quienes no les quedaba más remedio lo hacían.
Tara miró a un lado y a otro, casi como esperando que el tren apareciera en cualquier momento, preparado para embestir a cualquiera que estuviera en medio.
-¡Vamos a llegar tarde como sigas así!- Se quejó su amiga desde el otro lado.
-¡Lo siento, ahora voy!- Gritó Tara dando pequeños, pero certeros pasos hacia delante.
-Todas las mañanas igual.- Volvió a quejarse Jessica.
-No lo puedo evitar, Jess, ya lo sabes.
-Eso es porque te crees esos dichosos rumores.
-No es que me los crea, o no. Simplemente siento que algo pasó allí. Algo horrible, por cierto.
-¡Ya estamos otra vez! Hicieron una investigación y no descubrieron nada raro, ¿por qué sigues insistiendo con eso?
-No lo sé, ya sabes que siempre he sido muy intuitiva.
-Sí, lo sé, y hay veces que me das miedo, te lo juro.
-Lo siento, esa no es mi intención, lo sabes, ¿verdad?
-Lo sé, pero te agradecería que, de ser posible, no mencionases ese tipo de cosas delante de mí… No veas la grima que me da.- Añadió imitando un escalofrío.
El instituto en el que estaban matriculadas se encontraba, en cierto modo, bastante alejado de la civilización. Tanto el edificio, como sus alrededores eran propiedad de una sola persona, un ricachón al que ni Dios había visto nunca, y los estudiantes que eran admitidos allí tenían que pasar un durísimo examen de ingreso, por lo que la admisión de alumnos nuevos, y mucho menos bien entrado el curso, era excepcionalmente rara.
Aparte del edificio docente, el complejo estaba constituido por una residencia de estudiantes, en el cual podían alojarse por un módico precio, una cafetería, un gimnasio aparte del edificio docente, un aparcamiento subterráneo… En definitiva, todo lo necesario para mantener la comodidad y el prestigio tanto de las instalaciones, como de los estudiantes.
-Hoy va a ser un día fabuloso.- Comentó Jessica frotándose las manos justo antes de atravesar las puertas de cristal.
-Jess,- Tara agarró la manga de la blusa de su amiga, obligándola a permanecer en el sitio, sujetando la puerta.- ¿podrías ir tú delante?
-¿Y tú a dónde vas? Las clases están por empezar.
-Lo sé, lo sé, ya lo sé, pero ¿me harías ese favor?
-¿Y qué quieres que le diga al profesor?
-No sé… Invéntate algo, ¿vale?
Tara se dio la vuelta sonriente, pero en el instante en que iba a ponerse en camino, algo duro se cruzó en su camino.
-Yo… Discúlpeme…
-Señoritas, ¿acaso no piensan entrar?
Cuerpo musculoso y, definitivamente, bien proporcionado, ojos brillantes muy penetrantes, cabello alborotado, porte elegante… Definitivamente él era algo digno de ver.
-¿Señoritas?- Volvió a preguntar.
Sus oscuros ojos pasaron de Jessica a Tara en una fracción de segundo y mantuvo fija la mirada, casi como esperando que algo más, aparte de lo que tenían entre manos, sucediera. Jessica se apartó de la puerta y bajó un escalón, sin dejar de mirar al apuesto chico. Tara desvió la mirada y caminó hacia su amiga.
-Lo siento de nuevo.- Se disculpó Tara.- Ya puede entrar.
-Aprovechando la ocasión, es mejor que nos presentemos, ya que estudiamos en el mismo instituto, ¿no creen?- El chico subió glamurosamente los escalones y paró frente a las chicas, con la mano extendida hacia ellas.- Me llamo Nazaniel, pueden llamarme Nazan.
-Yo soy Tara.- Respondió ésta agarrando con firmeza la mano de Nazan.- Y ella es mi mejor amiga Jessica.- Añadió señalándola con la otra mano.
Justo en ese momento, la estrepitosa campana indicó el comienzo de las clases.
-Bueno, creo que ya nos veremos luego.
Nazan abrió de nuevo la puerta y desapareció por el corredor.
-¿Qué demonios ha sido eso?- Preguntó Jessica entrando en el aula.
-No lo sé.- Tara tomó asiento en su pupitre y cruzó los brazos sobre la mesa. La acuciante curiosidad que sentía respecto al chico nuevo, le había hecho replantearse la idea de hacer novillos. Jess tomó asiento a su lado.
-Pues para no saberlo, no le quitabas los ojos de encima.- Se quejó Jessica cruzando las piernas bajo la mesa.
-¡Prestadme atención, por favor!
El señor Fitcher, el tutor de la clase, entró en el aula acompañado por nada más ni nada menos que por el chico con el que segundos antes habían tenido un encontronazo. ¿Él era el chico nuevo? La clase entera guardó silencio, aunque se notaba a leguas que el grupo femenino se encontraba más que alterado.
-Él es Nazaniel Raven.- Informó el señor Fitcher señalándolo.- Desde hoy será su compañero de estudios, de modo que cuiden bien de él. Señor Raven, puede tomar asiento donde guste.
Nazan oteó el aula y después de mucho meditar, se acercó a la mesa en la que Tara y su amiga estaban sentadas. Todas las demás chicas montaron en cólera, mientras veían cómo el apuesto chico ocupaba el lugar entre Tara y su amiga. El tutor dejó entonces la clase y le cedió el mando de la misma a la señora Task, la profesora de cálculo avanzado.
Durante toda la clase, los cuchicheos se sucedieron repetidamente. El ingreso de un nuevo estudiante ya era raro de por sí, pero además, tener un chico de sus características… bueno, podría decirse que podía embelesar a cualquier chica a diez kilómetros a la redonda.
Cuando el timbre volvió a sonar, nadie, excepto Tara y Jessica, se levantó para abandonar la clase.
-¿Vienes, o no?- Gritó Tara desde el umbral de la puerta clavando sus ojos en el chico, que aún permanecía sentado.
Éste se levantó de inmediato y las siguió por el corredor y bajando las escaleras, hacia uno de los salones de educación física. Cuando entraron, un imponente silencio se hizo presente. El profesor miró a Tara y después fijó sus ojos en Nazan.
-El señor Raven, supongo- Nazan asintió y el profesor le lanzó un balón de voleibol.
Nazan lo cogió al vuelo sin esfuerzo y se lo volvió a lanzar al profesor, el cual se desplazó un par de pasos debido a la fuerza del impacto.
-Buen brazo.- Comentó el profesor sonriente.- ¡Ahora, todos a sus puestos de combate!
El profesor Iguerton había estado en el ejército antes de descubrir su vocación como profesor, pero aún seguía manteniendo muy presente su entrenamiento militar, hasta el punto de tratar a sus alumnos como a cualquier otro recluta. Además, su fascinación por el entrenamiento físico, a veces podía resultar un problema, con estudiantes a punto de colapsar, heridos y todo.
Afortunadamente, la clase del día se desarrolló sin contratiempos que lamentar, sin apostar a ver quién era el primero en caer. Cuando finalmente la clase finalizó, todos se apresuraron a salir de aquel lugar como alma que lleva el diablo. La última persona que se quedó con el profesor para preguntarle algo sobre la clase, había tenido que ser trasladada a la enfermería en un abrir y cerrar de ojos, de modo que no era de extrañar que ya nadie quisiese tener horas extra con él.
-¿Siempre se comporta así?- Le preguntó Nazan a Tara dirigiéndose a la cafetería para tomar el almuerzo.
-A veces es peor.- Respondió ésta sin siquiera mirarle a los ojos.- ¿Te puedo preguntar algo?- Nazan asintió con la cabeza.- ¿Con qué propósito has entrado a esta escuela?- Nazan se atragantó con su zumo.
-¿No crees que eres muy directa?
-No has respondido la pregunta, ¿por qué has venido precisamente aquí?
-Suenas como si no fuera bienvenido.
-No es eso.- Se defendió Tara.- Es solo que con tus notas podrías haber ido a otro lugar, uno mejor que éste, me refiero.
-De hecho tuve que escoger, pero al final me decidí a venir aquí.
-¿Por qué?- Insistió Tara curiosa.
-Estoy buscando a alguien.
-¿A quién? Yo conozco a la mayoría de los que vienen aquí. Quizás te pueda ayudar.
-Discúlpame, pero es algo que tengo que hacer yo solo.
-Oh, ya entiendo, el orgullo del macho, ¿no?
Ambos se rieron de aquel comentario y, en ese momento, llegó Jessica con su bandeja, muy sonriente, después de haber estado coqueteando con un par de chicos en la cola.

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