sábado, 17 de diciembre de 2011

ELECCIÓN

2


La lluvia no dejaba de caer sobre el suelo enfangado mientras Tara corría desesperadamente para guarecerse. Huyendo del peligro había acabado en la que era su antigua casa, una casa ahora deshabitada y que suponía, en aquella situación, el mejor refugio posible. Todo cuanto había allí estaba oculto bajo mugrientas y raídas sábanas, que no denotaban más que el abandono sufrido. Las paredes estaban desgastadas por el tiempo y el ambiente estaba cargado de repulsivos aromas. Todo se había echado a perder.
-¿¡Qué estás haciendo tú aquí!?
Tara se dio la vuelta para comprobar, sorpresivamente, que quien la había interrumpido no era otro que Nazan, su nuevo compañero de clase.
-¿Nazan?- Preguntó Tara confusa.
-¿Y quién iba a ser sino?- Respondió éste de la forma más esquiva posible.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-Te he hecho la misma pregunta hace unos segundos.- Advirtió Nazan cruzándose de brazos.- ¿Y bien?- Insistió.
-Yo… Alguien me perseguía y… la puerta estaba abierta. He acabado aquí por casualidad.
-Bueno, lo llames como lo llames tú, en mi mundo no existen las casualidades.
-Hablas muy raro, ¿sabes?
-Sí, para alguien que no tiene ni idea es lo que puede parecer.
-Mira, si te vas a poner en ese plan, mejor me voy.
-¡No, espera!- La retuvo más calmado.- Es sólo que me has sorprendido. No esperaba verte aquí, y menos en pijama y descalza.
-¿Qué?- Tara se miró de arriba abajo para comprobar que lo que había dejado caer Nazan era totalmente cierto.- ¿Qué demonios…?
-A mí no me lo preguntes.- Retó Nazan riendo.
-Bueno, y, exactamente, ¿qué haces aquí?
-Busco pistas.
-¿Pistas?
-Sí, algo que me pueda indicar el paradero de la chica que busco.
-Ya veo. Y por eso has venido aquí… Exactamente, ¿dónde estamos?
-Esta es la casa en la que solían vivir los Ratclif, antes de que fueran asesinados, digo.
-¿Asesinados?
-Sí.- suspiró.- Recibimos una llamada urgente para que fuésemos a recogerlos, pero llegamos demasiado tarde.
-¿Y entonces a quién estás buscando?- Inquirió Tara más confundida que antes.
-Los Ratclif tenían una hija. Es a ella a quien estoy buscando.
-Bueno, pues con saber su nombre ya está. Vas al registro civil y todo arreglado.
-Sí, podría haber sido así de simple si no me hubieran dicho ya en el registro que no hay ninguna chica con ese nombre en la ciudad.
-Lo siento. No quería…
-No te preocupes. Eso tan solo me ha dado pie a pensar que se cambió de nombre… Y respondiendo a tu siguiente pregunta, sí, ya he comprobado que puede estar viva.
-Pero, ¿cómo puedes saberlo si dices que en el registro te han dicho que no hay nadie aquí con ese nombre?
-Pues hojeando las páginas de sucesos de la época, ¿cómo si no?
-Vale, perdona, sólo pretendía ayudar.
-Ya te he dicho antes que no necesito ayuda. Es algo que tengo que solucionar solo.
-¿Por qué tienes tanto empeño en encontrarla?- Preguntó Tara ya a la defensiva.- Según lo que sé, no parece que sea de tu familia, ni tampoco creo que sea una criminal…
-Es importante para mí… para nosotros.- Se corrigió con rapidez.- No es algo que alguien como tú pueda entender.
-Lo entendería si me dieras la oportunidad.
-Ya te he dicho que no. No puedo, aunque quiera y, además, cuanto menos sepas del tema, más pronto podrás volver a la pacífica vida que llevas.
El sonido del despertador irrumpió en la habitación, haciendo que todo cuanto estuviera vivo, se pusiera irremediablemente en movimiento.
Tara se desperezó como pudo. Tenía el cuerpo dolorido y un horrible dolor de cabeza. Además, no dejaba de pensar en el sueño que había tenido, el cual parecía no querer borrarse de su memoria. Le había conocido el día anterior y ya soñaba con él. Definitivamente, el día no podía ser más confuso para ella.
-¿Tara?
La señora Ferguson irrumpió en el dormitorio.
-¿Mamá?- Preguntó Tara emitiendo un bostezo.- ¿Qué ocurre?
-Alguien ha venido a verte. Te está esperando en el salón.
-Jessica no viene hasta las siete…
-No se trata de Jess, cariño.- Respondió la señora Ferguson con una sonrisa.- Es un chico muy guapo. Ha dicho que tenéis una conversación pendiente.- Explicó, pero por sus ojos Tara podía adivinar el desconcierto de su madre.
-¿Un chico?- Preguntó Tara vistiéndose a toda prisa.
-A mí no me lo preguntes, cielo. Bueno, estamos abajo cuando estés lista.
-Vale, mamá, ahora enseguida voy.
Tara se vistió rauda y bajó como una bala en dirección a la cocina, donde la esperaba su madre y… ¿Nazan? El chico giró su cabeza hacia ella y curvó sus labios en una sonrisa.
-Buenos días, ¿has dormido bien?- Preguntó como si nada.
-No quiero ser maleducada, ni nada por el estilo, pero, ¿qué estás haciendo aquí?- La mirada de Tara se endureció en tanto que Nazan se acercó a ella y le agarró dulcemente de la mano.
-¿Nos disculpa un momento, señora Ferguson?
La madre de Tara asintió desconcertada mientras Nazan y Tara se encaminaban hacia la pequeña terraza interior, la cual hacía las veces de almacén, básicamente de trastos inútiles que se acumulan con los años.
El fresco viento de primeras horas de la mañana incidió sobre ellos, haciéndolos tiritar y el silencio se mantuvo hasta que, por fin, Nazan habló.
-Desapareciste de repente.
-¿Qué?- Preguntó Tara clavando sus interrogantes ojos en Nazan, quien estaba situado escandalosamente cerca de ella.
-¿Cómo lo hiciste?- Prosiguió Nazan haciendo caso omiso de la confusión de Tara.
-No sé de lo que me estás hablando.- Ratificó la joven.- ¿Puedes hacer el favor de explicarme?- Añadió, cansada ya de tanto misterio.
-¿Entonces no recuerdas lo que pasó anoche?
-¿Anoche? Anoche yo estaba en casa, durmiendo.
-¿No recuerdas haber entrado en una casa?- Los ojos de Tara se abrieron de par en par recordando de pronto aquel sueño.
-Solo fue un sueño…
-¿Puedo preguntarte algo personal?- Tara asintió sin comprender, pero estaba más que molesta por aquel interrogatorio.- ¿Cuándo te hiciste la cicatriz en la sien?
Tara colapsó por unos instantes y, por un momento, estuvo tentada a ultimar la conversación y mandarle a tomar viento, pero la curiosidad podía con ella. Además, aquella imperceptible cicatriz había sido un misterio incluso para ella, desde el mismo instante en que tuvo consciencia de sí misma, por lo que optó por ser lo más sincera posible.
-No recuerdo nada de antes de que me recogiera mi madre.
-¿Cómo?
-¿Cómo que cómo?- Preguntó Tara irritada.- ¿Acaso tú te acuerdas de todo lo que te pasó cuando eras niño?
-Lo siento, no pretendía ser grosero.- Se disculpó Nazan de inmediato y, cuando trató de rozar la mano de Tara, la cual estaba apoyada sobre la barandilla, los rápidos reflejos de la joven se lo impidieron.
-No te tomes tantas confianzas conmigo.- Le cortó furiosa.- ¿Por qué no me dices qué es lo que quieres saber realmente?
-Puede que me equivoque pero, creo que tú eres la persona que ando buscando.- Admitió.
El corazón de Tara pareció detenerse mientras trataba de asimilar lo que Nazan acababa de confiarle. ¿Que ella era la persona que estaba buscando? ¿Cómo podía estar tan seguro de su afirmación?
-Creo que te equivocas…
-Puede que sí,- El semblante de Nazan tornó serio.- pero por lo que sé, podría ser posible… Tú no recuerdas nada de tu niñez y encontramos sangre en el escenario que no pertenecía a los Ratclif. La cicatriz en tu sien…
-¡Muchas personas tienen cicatrices!- Se quejó Tara indignada.
-Sí, yo también lo había pensado, hasta que te vi anoche en la casa de los Ratclif.
-A lo mejor soy sonámbula…
-¿Tienes respuestas para todo?- Se quejó Nazan, pero parecía que le divertía la situación.- Hace un momento me has dicho que fue solo un sueño.
-Bueno, los sonámbulos no distinguen esas cosas…
-Sí, puede ser, pero eso no explica cómo es que desapareciste literalmente delante de mis ojos.
-¡No me jodas! Eso es porque te distrajiste.
-Te puedo asegurar que no fue así.
-Y yo te aseguro que te distrajiste.
La conversación estaba tomando un rumbo extraño. Lo que en un principio tenía que haber sido una visita amistosa, estaba tornando en una discusión entre dos personas que eran igual de tercas.
-¡Tara!- La voz de su madre alivió la tensión que se había formado entre los dos.- ¡Jess está aquí!
-¡Enseguida salimos!- Gritó Tara mirando de reojo a Nazan y dirigiéndose a la puerta.
-Tara… -Nazan agarró nuevamente su mano, pero la joven se deshizo de él con un fuerte tirón.
-Lo mejor será que vayamos a clase.- Sugirió Tara en un suspiro.
-Tenemos que terminar este asunto primero.- Se quejó Nazan acompañando a Tara de nuevo al interior de la cocina.
-Ahora tenemos que ir a clase.- Le cortó Tara sin siquiera dirigirle la mirada.- Seguiremos con esto a su debido momento pero, hasta entonces, no quiero que menciones el tema, ¿está claro?- Concluyó.
Y ambos salieron por la puerta de la casa junto con Jess, dispuestos a enfrentarse a un nuevo día.

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