sábado, 17 de diciembre de 2011

TORMENTA NEGRA

2. Deslices del corazón


El despacho del director olía tanto a hierbas aromáticas, que estaban calmando mi irascible estado de ánimo. Por lo general, el director no ponía cosas de esas, pero en aquella ocasión era diferente y tenía el presentimiento de que la idea lo había provenido de él, sino de mamá. Ella estaba sentada en el lugar que debía ocupar el director y nos miraba sonriente desde su posición. Me adelanté un par de pasos y traté de mantenerme callada, pero la impaciencia pudo más.
-¿Dónde está el director?- Pregunté con demasiado ímpetu.
-Está acomodando a vuestros compañeros.- Respondió calmamente.- ¿Qué tal os encontráis todos?
-¿Para qué nos has hecho llamar?- Solté.
-Violet…- Erik me agarró del brazo para hacerme retroceder y, aunque opuse resistencia, lo consiguió.
-Bien, a lo que íbamos.- Prosiguió.- Sé que es bastante repentino, pero han quedado cuatro plazas vacantes en el profesorado y queremos, tanto el director, como yo y el resto de profesores que las ocupéis.
-¿Qué nosotros…, qué?- Pregunté confusa.- Pero, ¿no se suponía que nosotros también éramos estudiantes?- Añadí.
-Bueno, entendemos que ya sois lo suficientemente maduros como para dejar de ser estudiantes y queremos que trasmitáis todo lo que habéis aprendido a aquellos que lo necesitan más. Por supuesto, podéis rechazar la oferta y continuar siendo estudiantes, pero pienso que sería un desperdicio.
-Has dicho que hay cuatro plazas vacantes,- Intervino Kevin.- lo que significa que hay cuatro profesores que ya no están aquí, ¿me equivoco?
-Es verdad-nos confirmó.- Decidieron retirarse a descansar. Por eso es que necesitamos nuevos profesores… ¿Y bien?, ¿qué me decís?, ¿aceptáis la obligación?
-¿Sólo seremos nosotros?- Preguntó Edy tan de repente, que me asustó.
-Y tu padre, Carl, Yo, aunque tendremos ayuda de los padres de Carl.
-¿Qué ha pasado con los profesores, mamá?, ¿por qué se han ido todos tan de repente?- Pregunté enfatizando la última frase.
-Ya vale, V, deja ya de gritar.- Me cortó Erik con brusquedad, aferrando mi brazo con mucha más fuerza que antes.
-Y tú deja de aplastarme el brazo.- Le recordé, pero no me soltó.
-¿Entonces aceptáis?- Insistió mamá.
-¿Y qué asignaturas vamos a impartir?- Preguntó Kevin ahogando un bostezo.
-Eso es lo bueno.- Rió.- Podéis elegir la asignatura que queráis, o podéis inventaros una… consultándolo primero con nosotros, claro está… Entonces… ¿sí?-volvió a insistir. ¿Por qué ponía tanto empeño? No llegaba a comprenderlo del todo.- De todos modos, tenéis más de medio año para prepararos…
Cierto, nuestra estancia en la isla no había sido de tres años justos, sino que nos habíamos quedado dos meses más, aunque…había una cuestión que me inquietaba. ¿Por qué no había ni un solo estudiante rondando por los alrededores? Los habíamos visto cuando llegamos en los helicópteros, pero no sentía su presencia dentro del recinto. Allí solo estábamos nosotros, nuestros compañeros de la isla y los profesores que no habían huido, ¿por qué? todo aquello resultaba de lo más extraño.
-Hasta primeros de año están de vacaciones.- No lo había preguntado todavía, pero mamá me había respondido a lo que yo le estaba dando vueltas. ¿Acaso podía leerme el pensamiento?- Lo decidimos así para que nos diera tiempo a prepararnos bien.- Añadió.- ¿Entonces...?
-Vale, vale.- Accedí.- Si con eso puedo irme a dormir ya, aceptaré el cargo de profesora…
-¡Violet, ya está bien!- Gritó Erik propinándome un buen capón.
-Oye, que eso duele.- Me quejé.
-Violet, ¿cuánto hace que no descansas en condiciones?- Preguntó mamá de repente.
-Esto…
-Bastante.- Respondió Erik por mí.
-¿Dolor de cabeza…, pesadillas…?- Insistió.
-Simplemente no puedo dormir bien.- Solté.- ¿Qué hay de malo en eso? No es que sea nada del otro mundo.
-Bueno, de acuerdo. De todos modos, ya es muy tarde. Hablaremos mañana con más calma.
Los cuatro salimos del despacho y bajamos las escaleras hacia los dormitorios. ¿A qué había venido eso de preguntarme sobre mis hábitos de sueño? Y, sobre todo, ¿acaso se había vuelto completamente loca pretendiendo que formásemos parte del profesorado?
Entré en el dormitorio y me tiré en plancha sobre la cama, sin darme cuenta de que el cuerpo de Erik se hallaba sobre ella. Mi caída fue tan brutal, que el somier crujió escandalosamente y nuestras respiraciones se detuvieron durante varios segundos, que se me hicieron eternos.
-¿Os dejamos solos?- Se jactaron Edy y Kevin a tiempo. Me levanté lo más deprisa que pude, deshaciendo el hechizo de nuestras miradas y me dirigí hacia la puerta.
-¿Dónde vas?- Me retuvo Erik.
-Al baño, ¿te importa?, ¿o es que quieres acompañarme por si me pierdo?- Grité llena de coraje.
-No hagas ninguna estupidez.- Me advirtió.
Pero yo ya estaba demasiado lejos como para poder oírlo, aunque lo escuché de todos modos.
La luna lo bañaba todo, proporcionando una suave claridad, mientras yo me dirigía presurosa hacia los establos. No me lo podía creer. ¿Qué demonios estaba haciendo? Eso no era lo correcto, lo sabía, pero algo me impulsaba.
Miré hacia todos lados para cerciorarme de que no me había seguido nadie y, después, abrí despacio la puerta y la cerré a mi paso. En el interior reinaba una completa oscuridad pero, aún así, podía ver con claridad. Me detuve frente al cubículo de Luna, esperando, esperando que no se presentase.
-Has venido.- Suspiré. Al final se había presentado.
-No podemos seguir así.- Susurré.- Yo… Yo quiero a Erik.- Añadí.
-Si le quisieras tanto como dices, no estarías aquí, a altas horas de la noche, hablando conmigo.
-Solo he venido a decírtelo claramente.- Sentí sus brazos alrededor de mi cintura.- Fue… fue un error y tú mismo lo has reconocido.
-Sí, pero también reconozco que no puedo vivir sin ti.
-No me hagas esto, por favor, no puedo.- Supliqué.- Yo… mi corazón… mis sentimientos…
-Yo te haré cambiar, yo haré que tus sentimientos cambien.- Ultimó muy seguro de sí mismo.
Sus brazos me aferraron con mucha más fuerza y su respiración en mi cuello me estaba volviendo loca, tanto como su aroma, tan dulce y cargado de pasión.
Y, cuando me llevó en brazos hacia el interior del cubículo de Luna, no pude hacer nada. No me resistí ni tan siquiera cuando sus hábiles manos comenzaron a estimular todo mi cuerpo. No podía parar, no podía, mi cuerpo y mi corazón me decían cosas distintas. Erik me había dicho que no hiciera ninguna estupidez y yo, iba a traicionar nuevamente al amor de mi vida, sin poder hacer nada por evitarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario