martes, 28 de agosto de 2012

HIELO Y FUEGO

1. Preludio de la
desesperación

Ya han pasado seis meses desde que la vi por última vez,
desde que pude sentirla en cuerpo presente, pero aún sigo
atormentándome a mí mismo por no haber sido capaz de
detenerla. Esa niña tonta se fue con ellos, para salvarme la
vida, y no pude hacer nada por evitarlo. Ahora tan solo
puedo tenerla en mis sueños pero, ¿qué importancia tiene un
roce, si no es un roce real?
En seis meses, mi una sola pista, ni un solo rastro y el hecho
de no saberlo, de no saber su paradero, de no saber cómo la
están tratando, me pone realmente furioso, pero lo que más
me enfurece de todo, es la impasibilidad de todos respecto al
tema y no puedo evitar pensar que se han olvidado de ella.
-¡Erik!

Mi hermano apareció en el dormitorio como de la nada. Aún,
después de todo, no me acostumbraba a que estuviera
nuevamente vivo… y todo gracias a Violet, quien se había
arriesgado tanto a pesar de no saber el resultado.
-¿Qué quieres?- Le corté en seco.
-¿Todavía sigues enfadado conmigo?- Preguntó como si
nada, lo que provocó que saltara de rabia.
-¿Acaso crees que podría olvidar algo como eso?- Grité.-
¿Por qué no me dijiste que había recuperado los recuerdos?
Me acordé entonces de las últimas palabras que crucé con
ella. Tenía que haberlo sabido entonces, tenía que haberme
dado cuenta de que quien me hablaba no era otra sino mi
Violet, pero fui tan estúpido como para no hacerlo.
Los detalles de cómo ocurrió tampoco me aclaraban
demasiado. Según nos había contado Riku, durante la
primera Gran Guerra, sacó fuerzas para encerrar su alma en
el interior de un libro que materializó y, debido a ello, los
recuerdos de Violet de ese suceso, fueron borrados. Al
principio yo pensaba que aquello fue producto del horror, del

dolor, que ella misma había querido desterrar todo de su
memoria, pero me equivoqué. Fue mi hermano quien
ocasionó todo y, al haber vuelto a la vida, o más bien, al
haber conseguido unir su alma en su propio cuerpo, la
barrera que había impuesta en la mente de Violet, se había
roto. Ella lo arriesgó todo, estuvo dispuesta a morir en el
intento por devolverle la vida y, ahora… me había salvado a
mí. Imperdonable…
Debería haber sido yo quien la protegiera, y no al revés.
¿Cómo me podía considerar un hombre sabiendo que ella se
había tenido que jugar el pellejo por mí?
Aquellas palabras aún seguían resonando en mi cabeza. Ella
me había llamado como solía hacerlo cuando estábamos
juntos: mi Rey, había dicho. Sólo este simple detalle tenía
que haberme hecho reaccionar pero, en su lugar, me quedé
allí, mirando cómo ella se marchaba con ellos. Si hubiera
sido consciente de lo que significaba… Si hubiera tenido la
fuerza suficiente… la habría detenido. Pero no fui consciente
de ello hasta que no fue demasiado tarde.

-Por favor, no estés tan enfadado conmigo.- Prosiguió Riku
hecho una maraña de lágrimas.- Ya verás como pronto
damos con ella y la traemos de vuelta.
-¿Por qué estás llorando?- Grité sorprendido. Era la
primera vez que lo veía comportarse de ese modo.
-¡Ah, es cierto! No te he dicho que…
-¿El qué?- Le agarré de la solapa de la camisa sin darme
cuenta.- ¿Qué es lo que aún no me has dicho?- Insistí
exasperado.
-Bueno… desde que pasó… ya sabes, creo que… puedo
sentir lo que ella siente y…
-¿Cómo dices?- Solté su camisa y tomé asiento en una
silla.
-Sí, ya sé que es un poco raro… y a lo mejor tan solo sea
un efecto secundario de… ya sabes… pero juraría que es
ella quien llora en este momento y no yo.

-¿Tienes idea de lo que estás diciendo?- Susurré, medio
esperanzado, medio furioso con él por haber esperado tanto
tiempo en contármelo.
-El caso es que, si estoy en lo cierto… creo que cuando…
ya sabes… una parte de su alma, o algún punto de su
esencia, se acopló con la mía… No sé, es una locura, pero,
¿ves?, ya he dejado de llorar y antes de que ocurriera yo
seguía siendo el mismo…
-Sí, lo veo,- Aunque no le miré directamente sabía que ya
no brotaban lágrimas de sus ojos.- pero, tiene que haber…
-Puede que tengas razón,- Me interrumpió agachándose
para estar a mi altura.- pero ahora mismo prefiero creer que
es ella quien está dentro de mí, a resignarme, ¿me
entiendes?
-Sí, lo sé.- Farfullé ausente. La pérdida de Violet me había
calado muy hondo, tanto que cada día era un sufrimiento
constante.- Yo… me siento igual…
-¿Entonces por qué no haces caso a mamá y te animas un
poco?- Mi expresión cambió y juraría que ahora tenía una

mirada aterradora a juzgar por cómo Riku se había retirado
unos pasos.- Bueno, yo… No me malinterpretes… No quiero
que la olvides… Simplemente pienso que…
-¡No pienso quedarme quieto esperando obtener noticias
suyas!- Grité, arrojando la silla en la que había estado
sentado, contra la pared.- ¡Necesito saber que está bien, o
no podré seguir!, ¿lo entiendes?- Riku asintió. Él se sentía
exactamente como yo.
-Pero aunque lo entienda, ahora lo único que podemos
hacer es esperar.- Rebatió.- No podemos actuar a la ligera,
ya lo sabes.
-¡No me quedaré con los brazos cruzados!- Grité de
nuevo.- La imaginación puede ser incluso más dolorosa,
¿sabes?
***
-¡Ya no más!- Grité deshaciéndome del agarre de la cruel
enfermera.- ¡Ya estoy harta de tantas pruebas!, ¿por qué no
me dejáis tranquila de una vez?

-¡¿Qué está ocurriendo aquí?!- Me di la vuelta justo a
tiempo de ver cómo mi madre me agarraba por la muñeca,
haciendo caer al suelo el bisturí con el que había estado
amenazando a la enfermera segundos antes.- ¿A qué viene
tanto alboroto?
-Madre… Me haces daño.- Me quejé, pero ella no me soltó.
-¡No des más problemas!- Me gritó sin mirarme.- ¡Sólo
aguanta y ya está!- De un tirón, me arrojó contra la camilla, la
cual estuvo a punto de volcarse por el impacto.- Y tú,- Se
dirigió con aspereza a la enfermera.- si se vuelve a resistir,
átala.
-¿Madre?- Pregunté confusa.- ¿Por qué?, ¿por qué me
tratas así?- Lloriqueé aturdida.
-¡No olvides que sólo estás aquí por el bebé!- Gritó.
¿Por qué?, ¿por qué me trataba de esa forma?, ¿por qué no
simplemente se comportaba como una madre normal,
cariñosa y afectiva?, ¿tan difícil era?

Nada había cambiado. Los dos primeros meses después del
accidente, se comportó tal y como una madre debería hacer,
pero eso fue hasta que se enteró de mi embarazo. Fue
entonces cuando empezaron a hacerme todo tipo de
pruebas, diciendo que era por la salud del bebé, pero… ¿era
así?
-¡Debería descansar unas horas!
La voz de Psyren a mi espalda fue como un rayo de
esperanza. Solo él me entendía y me trataba con dulzura, el
resto, la mayor parte del tiempo, solo lo aparentaba, aunque
claro, tal vez su actitud solo se debiera a que iba a tener un
hijo suyo. De todas formas, ya no me importaba. Amabilidad
era amabilidad sin importar de dónde viniera.
Psyren me agarró del brazo y me guió hasta mi habitación,
donde me eché a sus brazos y empecé a llorar. Sus brazos
eran cálidos mientras me rodeaban, aunque no se sentían
como si fuéramos pareja, sino algo totalmente distinto.
Amistad tal vez.

-Ya está, Violet, ya pasó.- Mientras acariciaba mi cabello
me di cuenta de esa terrible verdad. No me trataba como
alguien trata normalmente a la persona de la que uno está
enamorado. Quizás esa era mi oportunidad para escapar de
aquel horrible lugar.- Estoy aquí.
Me aparté de él y forcé una sonrisa, previamente haber
secado mis lágrimas.
-Tienes que ayudarme.- Dije con tanta firmeza que me
asusté a mí misma.- Tienes que ayudarme a salir de aquí.-
Psyren me observó confuso durante unos instantes, pero
después me dio una gentil sonrisa.
-Lo haré. Te ayudaré a salir. Aunque me cueste la vida.
***
-¡No puedo quedarme quieto!- Grité en un arrebato.- ¡La
buscaré yo solo si hace falta!
-Erik, por favor, recapacita. No podrás hacerlo solo y lo
sabes.

-¡Lo haré!- Grité y un hilo de esperanza me atravesó.-
Estoy seguro de que la encontraré.

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