martes, 28 de agosto de 2012

HIELO Y FUEGO

2. Huida desesperada

-¿Adónde creéis que vais?
Me paré en seco. Habíamos dejado pasar la única
oportunidad que teníamos para escapar. El factor despiste
era fundamental para el plan, pero por alguna razón
habíamos sido descubiertos al primer movimiento.
Marco dio un paso hacia nosotros. Estaba tan nerviosa, que
mi reacción fue esconderme detrás de Psyren.
-¿Adónde vais?- Repitió Marco con un tono de voz más
duro que antes.
-La llevo a dar una vuelta.- Saltó Psyren agarrándome
casualmente de la mano.- ¿Acaso es eso un crimen?
-¿Tenéis permiso para salir?- ¡Maldita sea!, ¿es que no
nos iba a dejar salir por las buenas?- Sin el permiso de la
Reina no os pienso dejar pasar.
-Vamos, Marco, tan solo necesito despejarme un poco.-
Dije manteniendo una difícil sonrisa y dando certeros pasos
hacia él. Alcé mi mano y le rocé la mejilla sin dejar de
mantener el contacto visual. Tenía unos ojos preciosos, pero
tan intimidantes que, por un momento, creí que me iba a
abofetear. Afortunadamente no lo hizo.- ¿No nos dejarás
pasar?- Logré pronunciar en un tono de voz lo más dulce que
pude.
-Yo…- Me quedé helada por unos momentos. Su expresión
había cambiado en tan solo unos segundos, mostrando
ahora una más complaciente.- Claro.- Accedió al fin.
Psyren me agarró nuevamente de la mano y tiró de mí,
literalmente hacia el otro lado de la valla. Luego de eso,
echamos a correr como posesos, hasta que nos detuvimos
frente al lago, a unos tres quilómetros de la casa. No
recordaba la última vez que había corrido así, si es que lo
había hecho alguna vez.
-Has tenido una idea genial.- Comentó Psyren recuperando
el aliento.
-¿Qué es lo que he hecho?
-Al usar la coacción con él…- Psyren me miraba
consternado, pero al mismo tiempo feliz de que hubiéramos
salido de allí.
-¿Qué yo he usado… qué?- La confusión que sentía era
tan palpable, que daba miedo. Sabía que los vampiros
teníamos alguna habilidad extraña, pero nunca me habían
explicado nada al respecto.
-No importa.- Respondió tras unos segundos.- Ahora
tenemos que pensar qué hacer… Lo más lógico sería llevarte
al internado, pero en el momento que descubran nuestra
fuga será el primer lugar donde nos buscarán
Me lo quedé mirando sorprendida. Mi madre me había
comentado algo acerca de ese lugar. Allí es donde
mayoritariamente vivían los que nos habían traicionado, los
que querían usurpar el trono. ¿Por qué demonios Psyren me
llevaría a aquel lugar?, ¿es que acaso él… era uno de ellos?
Me alejé unos metros. Él me miró sorprendido y cuando
quiso agarrarme de nuevo, lo rechacé de un manotazo.
-Pero, ¿qué es lo que te ocurre?- Se quejó.
-Me… ¿Me vas a entregar?
-¿Entregar?- Repitió.- ¿A quién?
-Madre me contó quien vive allí y tú… ¿tienes la intención
de llevarme allí?
***
-¡Soltadme!- Chillé.- ¡Os digo que me soltéis, maldita sea!
Mamá se plantó frente a mí. En sus ojos podía ver el dolor,
pero también la furia.
-No irás a ningún lado.- Reseñó.- No permitiré que hagas
una tontería, ¿cómo se te pudo ocurrir semejante estupidez?
Ir a buscarla por tu cuenta solo nos traería más problemas y
no tengo la intención de perder otro hijo, ¿sabes?
-¿Entonces por qué no hacéis algo?- Vociferé tratando de
soltar las fuertes amarras de mis muñecas.- Por el modo en
que actuáis parece como si os hubierais olvidado de ella.- El
eco de la bofetada estuvo resonando en toda la habitación
durante un minuto escaso, el tiempo suficiente como para
que mamá se arrepintiese de haberlo hecho.
-¿Crees que es fácil para mí?- Dijo casi entre lágrimas.-
¿Crees que puedo estar tranquila sabiendo que mi hija está
en las garras de esos salvajes? ¡No tienes ni idea de cómo
me siento! Pero, ¿sabes? Aunque me sienta de ese modo no
puedo hacer nada. Tengo que proteger a la familia, por muy
dolorosa que pueda resultar la decisión.
-Erik, no disgustes más a tu madre, ¿quieres?
-Pero yaya…- Me quejé, pero con un simple gesto con el
dedo índice, me acalló.
-¿Te portarás bien si te dejo libre?- Los ojos de mamá me
miraban esperanzados, de modo que le obsequié con una de
mis sonrisas de niño bueno, aunque, en el momento que
estuve libre de las ataduras, eché a correr como nunca en mi
vida hacia el exterior.
-¡Erik, vuelve aquí!- Oí gritar a mamá.
-Déjale ir.- La voz de la yaya me impactó.- En su estado no
conseguiremos nada.- Y tenía razón.
***
-¡Apártate, Violet!
Me agaché justo a tiempo de ver cómo una flecha se dirigía
hacia el pecho de Psyren, clavándose con rudeza.
Corrí hacia él y me agaché a su lado. La flecha había ido a
parar a uno de sus hombros. Alargué una mano y, sin previo
aviso, se la saqué. La sangre comenzó a brotar de la herida
descontroladamente, haciéndome perder, por un segundo, la
noción de dónde estaba y lo que estaba haciendo.
Cuando me recuperé del subidón que me suscitó aquel
delicioso aroma, me enderecé. Adriana caminaba muy
peripuesta hacia nosotros, amarrando con fuerza el arco.
-Violet, vuelve a casa.- Me ordenó.
Ya estaba bien. Tenía que ser capaz de defenderme a como
diera lugar.
-¡No me vengas con esas!- Le grité.- ¡Como si una simple
humana pudiera hacerme algo! ¡No me hagas reír!
Pero la sonrisa que me mostró a continuación me amilanó.
Ella estaba confiada de poder ganarme y llevarme de vuelta
pero, ¿por qué?, ¿por qué esa arrogancia?
Caí al suelo de bruces por el impacto y retorciéndome de
dolor. Había alguien más con ella y ese alguien había sido el
que había lanzado el cuchillo que me había herido
dolorosamente el hombro. Me puse en pie como pude y oteé
en la distancia. No había nadie más.
-¿Lo ves como si quiero puedo hacerte mucho daño?- Rió.-
Ve a casa y olvidaremos este asunto, ¿vale? Si no, seguiré
hiriéndote hasta que recapacites.
-¡Tú no harás nada de eso!
La voz de Psyren me asustó, pero ya estaba lo
suficientemente asustada sabiendo que a ella no le
importaba lo más mínimo que yo estuviese embarazada. ¿En
qué narices estaba pensando?
-No te preocupes.- Dijo sonriente, atravesándome con la
mirada.- Tu bebé está a salvo… Al menos de momento.
Psyren se abalanzó sobre ella en un abrir y cerrar de ojos,
pero dos cuchillos más se clavaron en su espalda. Él no
desistió, a pesar de estar perdiendo una cantidad
inconmensurable de sangre. ¿Es que iba a permitir que otros
tomaran parte en lo que yo había provocado? De ningún
modo.
Me levanté velozmente, pero antes de que pudiera dar ni un
solo paso, mi pierna quedó relegada a causa del filo del
cuchillo. No se clavó, tan solo me rozó, pero ese roce fue
suficiente para impedirme andar. Definitivamente tenía que
haber alguien más en aquel lugar… ¡Mierda! ¿Cómo es que
no me había dado cuenta antes? ¡Los cuchillos estaban
húmedos!
Me di la vuelta justo a tiempo de ver cómo un nuevo cuchillo
era lanzado a través del agua del lago. Mi velocidad y
reflejos fueron perfectos y lo suficientemente certeros como
para agarrar la hoja del cuchillo.
Una cabeza sobresalió del agua y yo aproveché la
oportunidad para saltar a su encuentro. Marco se revolvió
sorprendido en el agua. Había cometido un error al darme a
conocer su paradero y… lo iba a pagar con su vida.
Deslicé la hoja sobre la piel de su cuello con fuerza y esperé
mientras el agua se teñía deleitablemente de rojo. Sabía que
tan solo eso no iba a ser suficiente para acabar con él, pero
nos daría la suficiente ventaja para escapar.
Las heridas abrasaban mientras me dirigía hacia Adriana con
el cuchillo bien prieto en la mano. Sus ojos mostraron el
terror que le provocaba. Había conseguido reducir a Psyren,
quien ahora se encontraba tendido en el suelo cubierto de
sangre, pero yo era caso aparte. En mi estado actual, salvaje
y despiadado, ella no tendría ni la más mínima oportunidad
para escapar de mí. De todos modos, lo intentó.
Lancé el cuchillo con fuerza y, cuando vi cómo se
desplomaba por el dolor, me acerqué hasta Psyren para
verificar su estado. Estaba bien, consciente al menos, y aún
seguía conservando algunas de sus fuerzas.
-Estoy bien.- Me dijo, tratando de hacerse oír por encima
de los angustiosos y desesperados gritos de Adriana.
Me levanté y caminé hacia ella.
-Repíteme otra vez eso que decías.- Agarré su cuello con
fuerza y la levanté hasta que nuestros ojos se encontraron.
Ella se estremeció ante mi mirada.- Jamás, ¿me oyes?
Jamás te vuelvas a meter con un vampiro, porque podría ser
la última cosa que hagas… ¡Oh, espera! Esto es lo último
que harás en tu despreciable vida.
Y diciendo esto, giré con brusquedad su cuello hasta
escuchar el chasquido de las vértebras al hacerse añicos.
Luego, arrojé el cuerpo al suelo. No merecía la pena ni tan
siquiera merendársela, es más, me daban náuseas solo de
pensar en ello…
Un nuevo juego de pisadas me puso alerta. Teníamos que
salir de allí cuanto antes, antes de que descubrieran todo el
estropicio que tanto Psyren, como yo, habíamos causado.
Volví junto a él y le ayudé a ponerse en pie, justo a tiempo de
ver cómo un hombre… aparecía de entre la maleza, tras
nosotros.
-¿Vi… Violet?
No me lo pensé dos veces. Me abalancé sobre él y le tiré al
suelo. No tenía mucha experiencia en eso de combatir, pero
tenía la impresión de que aquel chico me estaba dejando
ganar… Mejor para mí. Extendí mis colmillos y se los clavé
con voracidad. Ya me había privado una vez de aprovechar
el alimento, pero no lo haría de nuevo.
Su sangre, dulce, espesa, demasiado excitante, entraba en
mi sistema como si lo hubiera hecho toda la vida, como si ya
hubiera formado parte de mí y a cada trago que daba, más
quería de él…
-Ojalá que esto no sea un sueño… Violet…- Me susurró al
oído.
Me retiré de él sin darle tiempo a reaccionar, esquivando sus
brazos, que casi habían conseguido rodearme por completo,
y regresé junto a Psyren.
Ese sabor, esa sangre… si no supiera que era totalmente
imposible, diría que ya la había probado. Algo en mí me
decía que yo ya había bebido de él y… además… este
sentimiento… No era comparable a lo que sentía por Psyren,
quien era mi supuesta pareja y el padre de mi hijo. Este
sentimiento era mucho más. Podía sentir un acúmulo de
emociones tan embargantes, que casi no podía respirar.
Amor, pasión, devoción, excitación, incluso odio y rencor,
todo ello me aprisionaba el pecho.
-Violet.- Volvió a pronunciar mi nombre. Esa voz, esa
dulzura… Me estaba volviendo loca. Era imposible que él y
yo nos conociéramos.
-¿Cómo sabes mi nombre?- Pregunté al fin, dejando caer a
Psyren con suavidad.
-Violet…- Volvió a repetir.- Estás… embarazada…
-Bueno, eso es evidente,- Le corté- a menos que estés
ciego, claro.
-Erik…- Tanto él, como yo bajamos la mirada hacia Psyren.
No podía ser que ellos dos se conocieran. Me negaba a
creerlo.- Ella no recuerda… nada…
-¡Erik, por fin te encuentro!
La voz me hizo dar un paso atrás. Pero, ¿qué narices estaba
pasando?, ¿es que esto se iba a convertir en una reunión
familiar? No entendía nada de nada.
-¿Violet?, ¿eres tú?
-¿Queréis decirme de una puñetera vez qué es lo que está
pasando a…?
No pude terminar la frase, quedando ahogada por el certero
lanzamiento de un cuchillo hacia mi estómago.
-¡Mierda…!
Me desplomé sobre la hierba en un golpe seco. La sangre
brotaba de la herida con demasiada fuerza, haciendo que mi
visión, mi fuerza, haciendo que todo en mí empeorara y, esta
vez, no tuve más remedio que dejarme ir.

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